Cuando Jungmee vino a pasar unos días en Barcelona, no solo vino con su simpatía sino que también vino con un hámster coreano llamado Peter. El que más se alegro de la llegada de este regordete rodeador fue mi perro Milú que llevaba seis meses sin que nadie le calentara su pequeño sofá. Sin Amor no existe amor.
Peter y Milú estuvieron en Cadaqués la pasada semana. Y como no podía ser de otra manera en este mágico lugar, surgió el amor. Seguramente ayudó mucho que Cadaqués recibiera a estos enamoradizos con suculentos manjares (garotes, gambes, taps...) y que la fuerte tramontana obligara a resguardar la tarde acurrucados en el faro del Cap de Creus. Fuera lo que fuera, apareció el amor de verdad. Son muchas y muy grandes las diferencias entre Peter y Milú, pero en el amor no importa ni la distancia ni la edad ni el género ni nada de nada. Amor existe si existe Amor.
Y Peter y Milú acaban de llegar hoy a San Francisco. Han viajado de polizones en mi maleta junto a las semillas de mi abuelo y las nueces de la Boqueria para Xip. No se como les sentará los aires de California, hoy llueve mucho, pero han recibido la calurosa bienvenida de mi vecino Isaiah que, a pesar que estaba enfermito, le ha dejado sus calcetines a Milú para que no se le enfríe ni los pies ni el amor. Existe amor, Amor existe.